|
|||||||||||
|
|||||||||||
EL CICLO FUNDACIONAL DE LA CIUDAD DE ANTIOQUIA (1538 - 1541) EMPIEZA Y TERMINA EN LAS MINAS DE BURITICÁ, PASANDO POR CALI La fundación de la ciudad de Antioquia el 4 de diciembre de 1541 puso fin a un ciclo que empezó y terminó en las minas de Buriticá. Estas minas no fueron descubiertas por los españoles sino por los nativos de la región, quienes con ellas proveían la materia prima para la fina y abundante orfebrería Sinú, y las que al momento de la invasión europea estaban en plena producción, siendo el señor de ellas Tateepe, uno de los muchos caciques adscritos al territorio del cacique Nutibara. Las primeras noticias de estas minas las tuvieron los españoles por un explorador del gobernador de Cartagena Pedro de Heredia, llamado Francisco César, quien llegó hasta el valle de Guaca (actual municipio de Dabeiba), donde sacó de una sola tumba veinte mil pesos de oro (92 kilos aproximadamente), asegurándole el cacique local que más adelante hallaría más oro en las minas que tenía el cacique Tateepe en el cerro Buriticá (Nota 1). Pero César no pudo avanzar hasta ellas porque le salieron a combatir miles de indios. Al volver a Cartagena, el explorador encontró que Heredia había sido depuesto de su cargo por el licenciado Juan Vadillo, su juez de residencia, quien con las noticias que aquel le diera sobre las sepulturas de Guaca y las minas de Buriticá organizó una gran expedición con el doble propósito de llegar a dichas minas y de abrir un camino terrestre hasta el Perú, del que había mucha necesidad (Nota 2). Vadillo salió en enero de 1538 del puerto de San Sebastián de Buenavista de Urabá (hoy sitio de Punta de Piedra, municipio de Turbo), con una tropa de 200 soldados, entre ellos Pedro Cieza de León. En la serranía de Abibe tuvieron varias semanas de combate con el cacique Nutibara; pero al pasar al valle de Guaca se llevaron la sorpresa que los caciques habían sacado el oro de las tumbas (Nota 3). Desanimada, la tropa siguió el viaje al valle de Nore (hoy Frontino). Allí, el cacique Nabuco se presentó de paz ante Vadillo y, para sacarlo de su territorio, como era la táctica de cada cacique, le informó que hallaría las minas de Buriticá más adelante (Nota 4).
En junio llegaron los españoles hasta el cerro de Buriticá, donde Vadillo confirmó la existencia del yacimiento aurífero, al que no dudó en calificar como “las mejores minas que hasta ahora se han visto en Indias” (Nota 5). El licenciado secuestró la familia del cacique y cuando éste se entregó hizo que los esclavos lo quemaran vivo porque no le quiso mostrar las minas de su pueblo (Nota 6). Vadillo no quiso fundar una población en la zona, prefiriendo seguir de largo en busca de tesoros que pudiera saquear sin necesidad de laborarlos, aunque no dejó de sugerirle al rey el modo en que debía procederse para poblar esas minas (Nota 7). En todo caso, desde entonces la certidumbre sobre la existencia de las minas de Buriticá ocupó en los sueños y los cálculos de los soldados españoles que se movían por el occidente del país el lugar que hasta entonces habían tenido los tesoros imaginados de El Dorado, Piru o Birú, Dabaibe, Cuir Cuir y Arví. El 24 de diciembre de 1538, once meses después de haber salido de Urabá, la expedición de los cartageneros arribó a la recién fundada ciudad de Cali, donde estaban acantonadas las tropas que Sebastián de Belalcázar había traído del Perú, y que por entonces estaban al mando de Lorenzo de Aldana, espía de Pizarro. En Cali se desbarató la expedición de Vadillo. Pese a los intentos de éste de convencer a la tropa de devolverse a fundar una ciudad en Buriticá, sus hombres prefirieron pasarse al bando peruano, y además Aldana le impidió el regreso, recriminándole en público por no haber hecho la fundación al tiempo de pasar por el lugar (Nota 8). Aldana expulsó del país a Vadillo y con la información y los hombres de éste planificó la conquista de las tierras ubicadas al norte de Cali, para lo cual encargó al capitán Jorge Robledo fundar una ciudad en la provincia de Anserma, terreno que éste ya conocía por haberlo explorado con Belalcázar en 1536 (Nota 9). Es de suponer que el propio Aldana concibió la nueva ciudad como punta de lanza para acceder a Buriticá. Robledo salió de Cali en abril de 1539, pero cuando iba en el pueblo de los indios de Guarma, acercándose ya a la provincia de Anserma, se encontró de frente con Juan Graciano y Luis Bernal que venían de Cartagena en persecución de Vadillo, por lo que se apresuró a ejecutar el mandato de Aldana. Así, el 15 de agosto fundó la ciudad de Santa Ana de los Caballeros (hoy Anserma, Caldas), en nombre del marqués del Perú, poniéndole como lindero norte las minas de Buriticá: "Y el dicho señor Capitán [Robledo] dijo allí que allí fundaba la dicha ciudad, según dicho es, y con aditamento que si otro mejor sitio hallase, que la pudiese mudar en parte más conveniente, lo cual pasó el día de Nuestra Señora de Agosto; e señaló los términos de la dicha ciudad hasta las minas de Buriticá e por el río arriba hasta la provincia de los Gorrones, e por los lados treinta leguas por cada cabo" (Nota 10).
El mismo día que partieron los capitanes cartageneros, Robledo trasladó la ciudad a su asiento actual en la loma de los Umbras (Anserma, Caldas). Desde allí envió tres expediciones a explorar los territorios comarcanos, una hacia el Chocó, otra hacia Pirza y Supía y una tercera por el lado de Caramanta a que desandará el camino de Vadillo, a cargo de Suero de Nava, quien llegó hasta Buriticá y confirmó la existencia de “grandes fundiciones de oro é crisoles é carbón” (Nota 11)
Pese a la confirmación, Robledo no se dirigió en lo inmediato a Buriticá, sino que trazó sus propios planes de conquista de territorios por fuera de las gobernaciones de Heredia y de Belalcázar que pudiera pedir como suyos ante la Corte de Madrid. Así que en marzo de 1540 cruzó el río Cauca por el paso de Irra e hizo la conquista de la banda derecha de este río, donde primero abatió los pueblos guerreros del norte (Pozos y Armas) y luego se dirigió al sur a la conquista de los pacíficos Quimbayas, en medio de cuya nación fundó el 9 de agosto la ciudad de Cartago. En este punto Robledo viaja a Cali a reconocer la autoridad del usurpador Juan de Andagoya, gobernador de la provincia de San Juan (Costa Pacífica). Durante esta campaña, los indígenas Carrapa (ubicados entre Irra y Manizales) le informaron a Robledo de la existencia del rico valle de Arví al otro lado de las sierras nevadas o cordillera central, en pos del cual se lanzó el conquistador en enero del año siguiente, emprendiendo desde Cartago una segunda expedición hacia el norte, no sin antes hacer una visita relámpago a Anserma, con el fin de reconocer a Belalcázar, quien había regresado de España como gobernador de Popayán y había expulsado de Cali a Andagoya. Después de varios intentos infructuosos por hallar una entrada al valle de Arví (uno por el Quindío, otro por Pácora y tres por encima del Valle de Aburrá), Robledo retomó el plan inicial encomendado por Aldana, y luego ratificado por Belalcázar (pese a la deslealtad de Robledo de haber reconocido a Andagoya), de poblar las minas de Buriticá. De esta manera el 25 de agosto de 1541 salió del valle de Aburrá por el páramo de Ovejas (San Pedro de los Milagros) y el 4 de diciembre siguiente estaba fundando la ciudad de Antioquia, en territorio de la nación de los Ebéjicos (hoy Peque), relativamente cerca del cerro de Buriticá, aunque ya con más prisa de salir hacia España a intentar reclamar un título de gobernador que de explotar dichas minas, las que apenas si vio de pasada (Nota 12).
De esta manera se cerró el ciclo fundacional de la ciudad de Antioquia que había abierto Vadillo en 1538 al conocer las minas de Buriticá. Aunque hay que decir que se cerró a pesar del fundador, pues es evidente que Jorge Robledo lo que quiso todo el tiempo fue poblar una ciudad en el valle de Arví, pero al no dar con él por fuerza tuvo que dirigirse a Buriticá y fundar Antioquia a nombre de Sebastián de Belalcázar. Esto explicaría por qué en la extensa relación de Juan Sardela sobre la expedición de Robledo del año 1541 sólo aparece mencionado una sola vez “Vuritica”. En cuanto al nombre, Cieza de León escribe: “Acuérdome al tiempo que la fundamos, que me dijo Robledo que le quería poner por nombre Antiocha, y yo le respondí: No le faltarán guerras como la de Siria” (Nota 13). Como quien dice, le echó la sal. Después de dejar fundada Antioquia en el valle de Ebéjico (al sur de Peque y norte de Buriticá), Robledo se dirigió al mar y, encontrando los rastros de la trocha abierta por Vadillo dos años antes, salió al puerto de San Sebastián de Buenavista, donde, como era de esperar, Alonso y Pedro de Heredia lo capturaron por andar un perulero fundando ciudades en territorio de Cartagena, y lo enviaron preso a España. Robledo regresó de España en 1546, casado con una mujer de su natal Úbeda (provincia de Jaen), encontrando que la ciudad de Antioquia había sido tomada por Heredia y luego trasladada por hombres de Belalcázar para el valle de Nore (hoy Frontino), más cerca de la frontera de guerra con el Chocó que del distrito minero. Entonces, para el mejor beneficio de las minas, Robledo fundó la Villa de Santafé recostada al cerro de Buriticá, en el ángulo que forma el río Tonusco al verter sus aguas al río Cauca. En España Robledo no pudo conseguir que le dieran la anhelada gobernación, sino el título de mariscal, con el que quiso entrar a las provincias de Arma y Cartago, pero que sólo le sirvió para enfurecer a Belalcázar, quien ordenó su muerte en el alto del Pozo (hoy en el municipio de Pácora, Caldas). Los indígenas Pozos, testigos de la ejecución, aprovecharon la ocasión servida para comerse el cadáver de Robledo y así repararse de las miles de vidas que éste capitán les había quitado (Nota 14). A los treinta años de estos sucesos los vecinos de la segunda ciudad de Antioquia se trasladaron con el escudo de la ciudad para la Villa de Santafé, la cual tomó el nombre de Santafé de Antioquia. Varias décadas después, en 1616, el visitador Francisco Herrera Campuzano, oidor de la Real Audiencia, fundó el pueblo de indios de San Antonio Buriticá, origen del actual municipio (Nota 15). Buriticá es uno de los municipios más antiguos de Antioquia, pero de los más desconocidos. Fue fundado como pueblo de indios en 1616 junto con Sopetrán, San Jerónimo y San Lorenzo de Aburrá (hoy Medellín). Pese a ello, no aparece en muchos mapas del Departamento. Las partidas para entrar a Buriticá se encuentran en el alto de Pinguro, en la Carretera al Mar, a una hora de Santafé de Antioquia, poco antes de llegar al sitio de Manglar (corregimiento de Giraldo). Luis Javier Caicedo
NOTAS Nota 1. “Estos indios fueron a dar nueva de las sabanas que así llaman aquella tierra y juntáronse muchos indios; dicen que servían hasta treinta mil e más, [...] Vino a ver desde la sierra un señor que se llamaba Nutibara que es hijo de Nubaybas, este Nubaybas ya es viejo el hijo tiene el señorío, e desde la sierra en una tienda los miró e traía consigo en habas mucho oro. Dicen que hay muchos señores especialmente uno que se dice Tateepe, que es muy principal que tiene las minas en su tierra que se llama Buriticá; es hombre de gran estatura e tiene barba e no come sino carne humana, que siempre le traen indios muchachos que come; este tiene más de cien mil indios: dicen los indios que hay en aquellas sabanas más de ocho lunas de andadura; hay en ellos mucha población e bastimento; de los indios hay otros que tenían minas uno que se llama Nutepe e otro Nore, e otros que no supieron sus nombres” (“Carta del licenciado Xoan de Vadillo a su Magestad dándole cuenta de su visita a la Gobernación de Cartagena”. En: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía sacados de los archivos del Reino y muy especialmente de las Indias. Tomo XLI, Imprenta de Manuel G. Hernández, Madrid, pp. 384–420, citado en: Sofía Botero Páez. “De los hevexicos a los catíos, en la provincia de Antioquia”. En: Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, Medellín, volumen 18 No. 35, 2004, pág. 20). Nota 2. “Cómo estando el capitán Francisco Cesar con gente a pique para salir a descubrir desde Urabá, tuvo noticia el licenciado Vadillo que le iban a tomar residencia, y tomando en sí todos los soldados que estaban juntos, se metió la tierra adentro y fue a salir a Cali, gobernación de Popayán. Estaba el licenciado Vadillo muy regocijado con el suceso de la jornadilla del capitán Cesar y sus compañeros, porque demás de algún oro que se había traído, por conjeturas les parecía a muchos soldados que por aquella vía que habían llevado, no podían dejar de dar en tierra de Pirú, o a lo menos con gente que de allá hubiese salido, porque ya tenían noticia cómo el capitán Joan de Ampudia, con mucha gente que le encomendó el gobernador Pizarro en Pirú, había metídose la tierra adentro, a la parte del norte, con desinio de si pudiese descubrir camino a la mar del Norte que con más facilidad se pudiese andar, porque aunque entonces había el camino que hoy hay, que es desde Nombre de Dios, pueblo marítimo al Norte a Panamá, poblado en las riberas de la mar del Sur, y de allí a Lima y a los otros pueblos de Pirú, por mar, era la navegación de aquel mar muy tardío, por la poca experiencia que en su navegación entonces se tenía, y así deseaban descubrir por tierra nuevos caminos” (Pedro de Aguado, 1503-1590. Recopilación historial. Continuación de la segunda parte. Tomado de: Nota 3. “Cuando después entramos con Vadillo hallamos algunas de estas sepulturas sacadas y la casa o templo quemada. Una india que era de un Baptista Zimbrón me dijo a mí que después que César volvió a Cartagena se juntaron todos los principales y señores destos valles, y hechos sus sacrificios y ceremonias, les apareció el diablo (que en su lengua se llama Guaca), en figura de tigre, muy fiero, y que les dijo cómo aquellos cristianos habían venido de la otra parte del mar, y que presto habían de volver otros muchos como ellos y habían de ocupar y procurar señorear la tierra; por tanto, que se aparejasen de armas para les dar guerra. El cual, como esto les hubiese hablado, desapareció; y que luego comenzaron a aderezarse, sacando primero grande suma de tesoros de muchas sepulturas” (Cieza de León. Crónica del Perú, Capítulo XI. Del cacique Nutibara y de su señorío, y de otros caciques sujetos a la ciudad de Antiocha). Nota 4. “Fue luego separado de la junta, / Y para percebir lo que replica / Vadillo con la lengua le pregunta / Por dónde podrán ir a tierra rica; / Que diga con verdad lo que barrunta / O la fama común le certifica, / O si tiene contrarios en su tierra / Porque ellos vayan a hacelles guerra. Cieza de León también relata el descubrimiento de las minas de Buriticá, aunque ya no desde 1539, como Vadillo, sino cerca de 1547, cuando Antioquia está en su segunda ubicación (Frontino) y el camino para Anserma pasa por Arma. Cieza alcanza a registrar los estragos de la conquista sobre la población, a la vez que la explotación intensiva del cerro: “Saliendo de la ciudad de Antiocha y caminando hacia la villa de Ancerma verse ha aquel nombrado y rico cerro de Buritica, que tanta multitud de oro ha salido de él en el tiempo pasado. El camino que hay de Antiocha a la villa de Ancerma son setenta leguas; es el camino muy fragoso, de muy grandes sierras peladas, de poca montaña. Todo ello o lo más está poblado de indios, y tienen las casas muy apartadas del camino. Luego que salen de Antiocha se allega a un pequeño cerro que se llama Corome, que está en unos vallecetes, donde solía haber muchos indios y población; y entrados los españoles a conquistarlos, se han diminuido en grande cantidad. Tiene este pueblo muy ricas minas de oro y muchos arroyos donde los pueden sacar. Hay pocos árboles de fruta y maíz se da poco. Los indios son de la habla y costumbres de los que hemos pasado; de aquí se va a un asiento que está encima de un gran cerro, donde solía estar un pueblo junto de grandes casas, todas de mineros, que cogían oro por su riqueza. Los caciques comarcanos tienen allí sus casas, y les sacaban sus indios harta cantidad de oro. Y cierto se tiene que deste cerro fue la mayor parte de la riqueza que se halló en el Cenu en las grandes sepulturas que en él se sacaron; que yo vi sacar hartas y bien ricas antes que fuésemos al descubrimiento de Urate con el capitán Alonso de Cáceres (Cieza de León. Crónica del Perú, capítulo XIV). Nota 6. Nota 7. “Hacía el tiempo que allí estuvimos frío y viento grande, buscamos las sepulturas que traían los indios así allí como en Nori y nos hallamos oro en ellas: hallose un cabo de una barra hecha como la que hacen acá en la fundición de tan buen oro y tan buen grano como los de su ciudad de Santo Domingo. No se poblaron porque allí no había mantenimientos con que se pudiesen sostener e que le hubiera llevábamos tan grandes nuevas adelante que caso que aquí viéramos el oro según la gente iba codiciosa en lo de adelante no se pararan a lo coger y es cierto que con grande pena y hice que se diese cata ni se bajase a las minas de los indios. “Y también yo no llevaba gente para poblar y poder pasar adelante así que a esta causa no se poblaron y creo que nos quitó Dios la voluntad de ello porque pasásemos a descubrir el camino que descubrimos (…) “Las minas de Buriticá son de Cartagena a lo que me parece 80 leguas. Para se sostener aquella provincia yo no sé otra cosa sino estas minas que conviene que se pueblen y para las poblar es menester pacificar el camino de Urabá e sojuzgar la provincia de Guachica que está llana Nori que está en medio luego vendrá de paz; para esto el que lo hubiere de hacer verá lo que conviene y hasta se hacer esto no se podrá usar de las minas” (Saldarriaga, ob. cit., págs. 53 y 62). Nota 8. “E al cabo de algunos días [de llegar Vadillo a Cali], como el licenciado Vadillo viese que había salido de Cartagena con armada tan pujante y españoles tan valerosos, e no había hecho ninguna población como los demás capitanes suelen hacer, vínole voluntad de enviar un capitán a poblar las provincias de Buritica, y entre algunos españoles se trataba lo mismo o se platicaba públicamente; y estando Aldana en su posada tuvo aviso destos movimientos, e pesóle, porque Vadillo, después de haber dejado las provincias alborotadas quisiese enviar alguna gente a poblar, cosas que ellos no sabían hacer y era aborrecible, e determinó que no lo consentir ni dar lugar a que capitán ninguno saliese de la ciudad sin su licencia e mandado. Y un día, después de haber comido, estando en una sala de las casas de Miguel Muñoz, delante de muchos que allí estaban, Lorenzo de Aldana, enderezando la plática contra Vadillo, le dijo que le admiraba que viendo el mismo licenciado la grande orden que en el Perú había, así en la conquista de los naturales como en el poblar de las ciudades, que quisiesen moverse él e algunos de los suyos a novedades queriendo ir a poblar las provincias que dejaban alborotadas e de guerra, sin haber hecho más fruto que el fuego, que todo lo que en él echan consume: pues que desde que de Cartagena había salido con su armada, habiendo pasado un año en el camino e atravesado más de doscientas leguas de provincias e regiones pobladas, como todos sabían, sin haber tenido no solo gana de poblar mas aun de invernar, para saber lo que había a la una parte e la otra del camino, e que Gonzalo Sánchez le había dicho en Buritica que poblase, pues la tierra era tan rica e de tantas minas, y que de tal dicho había hecho burla: teniendo por mejor venir a buscar salida para sus excusas, que no dejaban de ser entendidas. E que supiese que él e todos los que habían venido de Cartagena estaban ya fuera de los límites de aquella gobernación y en los términos de la gobernación de don Francisco Pizarro; por tanto, que si él se quisiese volver con su gente, porque él no lo había de consentir, y diciendo esto se entró en una cámara. El licenciado Vadillo respondió que él era oidor del rey e su gobernador, e que no había destruido él ni su gente ninguna provincia, lo cual los del Perú no podían negar, pues desde Quito a Ancerma habían asolado e arruinado provincias tan grandes, e que él quería salirse por la costa de la mar del Sur a dar cuenta a su Majestad; que de otra manera, si él quisiera volver, no fuera parte Lorenzo de Aldana para le estorbar lo que él quisiera hacer” (Pedro Cieza de León. Las guerras civiles del Perú, cap. LXXXI. Disponible en internet). Nota 9. “Estando las cosas de Cali en buenos términos e que los indios servían muy bien, habiendo venido Miguel Martínez de los [ilegible], donde había ido, Lorenzo de Aldana por echar fuera la gente que estaba reclusa en la ciudad de Cali, quería enviar a poblar las provincias de Ancerma, e mirando a quién proveería por capitán para aquel efecto, puso los ojos en Jorge Robledo porque no halló otro que tan buenas partes como él tuviese, ni que se creyese que dejaría de hacer lo que le fuese mandado; al cual Lorenzo de Aldana le llamó e le dijo su voluntad e que se aderezase para ir por capitán de la gente que quisiese ir a poblar las provincias de Ancerma, que el capitán Belalcázar había descubierto, e que había de llamarse Santa Ana de los Caballeros, y que él haría el nombramiento de alcaldes y regidores, de manera que el pueblo fuese hecho e formado desde Cali: Robledo le respondió, que él haría lo que le mandaba e procuraría darse tal maña que su Majestad, se tuviese por servido de su persona. E a Pedro de Añasco dio comisión que fuese teniente de gobernador en la villa de Timaná [fundada por Belalcázar] que dejaba poblada; e de la gente que vino de Cartagena hacían estos capitanes gente para sus conquistas” (Pedro Cieza de León. Las guerras civiles del Perú, cap. LXXXIII). Nota 10. “E llegado aquel día a una provincia, que se llama Guarma, allí asentó su real e despachó luego al alférez Ruy Vanegas e a ciertos caballeros e soldados, e envió a decir a los señores Capitán e Teniente de Cartajena, que luego viniesen antél se presentar, e que no hiciesen daño en la tierra, porque aquella tierra era de la gobernación del señor marqués D. Francisco Pizarro. “E partidos el dicho Alférez e los que con él iban a hacer el requerimiento susodicho a la dicha gente de Cartajena, luego el dicho señor Capitán como sabio y despirencia en lo que convenía, mandó cabalgar a ciertos caballeros e otra gente, e fue a un sitio llano, que estaba junto al dicho real, e allí hizo talar cierta cabaña e árboles, e hizo hacer un hoyo, e trajeron un madero e lo hizo hincar en aquel hoyo, e dijo ansí al dicho escribano que le diese por testimonio, como allí fundaba en nombre de S. M. e del señor Gobernador, la ciudad que se llamase San Juan, e la iglesia mayor Santa Marta de los Caballeros, e echó mano a la espada e en señal de posesión dio ciertas cuchilladas en el dicho madero sin contradicción alguna; e lo pidió por testimonio a mí el dicho escribano. E dijo que aquel madero señalaba por picota en que fuese ejecutada la justicia real de S. M.; e luego tomó dos varas de justicia en sus manos, por virtud de los poderes que para ello traía, e señaló alcaldes ordinarios de S. M. a Suero de Nava e a Martín de Amoroto, e por alguacil mayor a Ruy Vanegas, alférez, el cual había ido a donde estaban los españoles de Cartajena, e señaló otros ocho caballeros por regidores, e de todos ellos, ecepto del dicho Ruy Vanegas, recibió juramento e hicieron la solemnidad que de derecho se debía hacer. Y el dicho señor Capitán dijo allí que allí fundaba la dicha ciudad, según dicho es, y con aditamento que si otro mejor sitio hallase, que la pudiese mudar en parte más conveniente, lo cual pasó el día de Nuestra Señora de Agosto; e señaló los términos de la dicha ciudad hasta las minas de Buriticá e por el río arriba hasta la provincia de los Gorrones, e por los lados treinta leguas por cada cabo” (Pedro Sarmiento. “Relación del viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya” [1540], en: Repertorio Histórico, Revista de la Academia Antioqueña de Historia, Nº 3, octubre de 1926. Disponible en internet). Es de anotar que Sarmiento escribió “San Juan” en lugar de “Santa Ana de los Caballeros”, porque este escribano terminó de redactar su crónica en octubre de 1540 en Cali, cuando esta ciudad estaba ocupada por Juan de Andagoya, gobernador de San Juan, quien ordenó el cambio de nombre. La historia escrita al gusto del Delfín. Nota 11. “É luego dende á pocos días, el dicho Capitan [Robledo] eligió por Capitan en nombre de su señoría a Suero de Nava, alcalde, é lo envió con cincuenta hombres de á pié é de á caballo á conquistar la provincia de Caramanta, é corrió á Buritica, que eran términos de la dicha cibdad para que les dijese á los señores de aquellas provincias á lo que era venido é les hiciese entender lo necesario. É allí el dicho capitan Suero de Nava tuvo mucho recuentros de indios, é otros lo que salian de paz, por manera que llegó hasta las provincias de Palasia Metiané Buritica donde en los pueblos que se aposentaba con su gente, hallaba grandes fundiciones de oro é crisoles é carbón. É por ser la tierra belicosa é estar la gente cansada é habelle muerto dos caballos é herido algunos españoles, se volvió á la dicha cibdad, á cabo de setenta días que por allí anduvo, sin peligrar español alguno, é truje larga relación de muchos pueblos é caciques por de anduvo” (Ídem). Nota 12. “Y cierto se tiene que de este cerro fue la mayor parte de la riqueza que se halló en el Cenu en las grandes sepulturas que en él se sacaron […]; acuérdome cuando descubrimos este pueblo con el licenciado Juan de Vadillo, que […] vimos también allí los nacimientos y minas donde lo cogían, y las macanas o coas con que lo labraban. Cuando el capitán Jorge Robledo pobló esta ciudad de Antiocha fue a ver estos nacimientos, y lavaron una batea de tierra, y salió cantidad de una cosa muy menuda. Un minero afirmaba que era oro, otro decía que no, sino lo que llamamos margajita; y como íbamos de camino, no se miró más en ello” (Pedro Cieza de León, Crónica del Perú, cap. XIV). Nota 13. Pedro Cieza de León, La guerra de Quito, capítulo XCIX; citado por Raúl Aguilar Rojas. Fundación de la ciudad de Antioquia 1541. Medellín, Academia Antioqueña de Historia, 2001. Nota 14. “El mariscal don Jorge Robledo consintiendo hacer en la provincia de Pozo gran daño a los indios, y que con las ballestas y perros matasen a tantos como de ellos mataron, Dios permitió, que en el mismo pueblo fuese sentenciado a muerte y que tuviese por su sepultura los vientres de los mismos indios, muriendo asimismo el comendador Hernán Rodríguez de Sosa y Baltasar de Ledesma, y fueron juntamente con él comidos por los indios, habiendo primero sido demasiadamente crueles contra ellos” (Pedro Cieza de León. Crónica del Perú, capítulo CXIX). Nota 15. “y la otra poblaçion se mando haçer y hizo en el çerro y real de minas de oro que llaman de Buritica que se nombro San Antonio de Buritica para la conservaçion de las dichas minas y de la dicha çiudad de Antiochia y que los reales quintos fuesen en aumento por aver muchos años que se labrava y aver sido el prinçipal sustento della - respecto de aver pocos negros de mina en las dichas minas y que convenia mucho que algunos yndios se agregasen y poblasen a ellas por pareçer que convenia para el sustento abrigo y reparo de las dichas minas y que seria de mucha ymportançia y utilidad y que a los dichos yndios les seria de ynteres y aprovechamiento a los quales juntos con los esclavos de mina y gente que asistia en el dicho real de minas proveyo de dotrina entera todo el año y señalo el estipendio que pareseçio conveniente [al margen: de 270 pesos 20 quilates] y que se pagase enter los encomendero y dueños de quadrillas de esclavos de mina [testado: por la rata parte] [sobre renglón: respeto de los yndios y esclavos que cada uno tuviese por rata]” (“Resumen de la visita de la tierra, realizado por el escribano Rodrigo Zapata”, Santafé de Bogotá, 1 de junio de 1616, en: Visita a la provincia de Antioquia por Francisco de Herrera Campuzano, 1614-1616. Transcripción y estudio por Juan David Montoya Guzmán y José Manuel González Jaramillo. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Colección Bicentenario de Antioquia, 2010, pág. 326). |