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GUÍA DE VIAJE AL VALIENTE Y ENCUMBRADO CERRO SAGRADO DE BATERO (QUINCHÍA, RISARALDA),
Miles de personas que cubren la ruta Cali-Medellín o Pereira-Medellín por la antigua Carretera Troncal de Occidente (La Virginia - Anserma- Riosucio – Supía) quedan cautivadas por el número y la belleza de los cerros que adornan el sinuoso y grato recorrido; pero especialmente por un imponente y misterioso cerro coronado por una inmensa roca porfídica con el que se topan cuando llegan al sector de El Tabor, ubicado después de pasar La Ceiba (partidas para Quinchía), y antes de tomar el descenso a Riosucio. Los sorprendidos viajeros se quedan, sin embargo, con la intriga de saber el nombre del cerro y los secretos que encierra, pues ni siquiera hay una placa que diga “Cerro Batero”, o más propiamente “Cerro Sagrado de Batero”, y menos una guía que les indique cómo llegar hasta él, cuando debiera ser un lugar tan reconocido para colombianos y extranjeros como lo es la “Piedra del Peñol” en Antioquia. La presente guía intenta un acercamiento a este patrimonio natural. Los municipios de Riosucio, Supía y Quinchía, en el río Cauca Medio, tienen la particularidad que su geografía está poblada de numerosos y hermosos cerros, formaciones del relieve que hacen parte de las cadenas montañosas de la cordillera occidental pero que no se confunden con ellas, sino que se yerguen desde su base como aisladas pirámides a alturas que van desde los 100 hasta los 400 metros, aportándole singularidad al paisaje. Son muchos los cerros emblemáticos, con nombres de sonoridad ancestral, como el Ingrumá, el Sinifaná, el Carbunco, el Picará y el Buenos Aires en Riosucio, o los cerros Arcón y Campanario en Supía; pero entre todos descuella por su imponencia, su atrevida talla natural y la historia que le es asociada, el magnífico cerro de Batero en Quinchía, límites con Riosucio. Dichos cerros han sido de gran importancia para los indígenas de la región desde tiempos ancestrales. Los antepasados ubicaban sus poblados en los cerros o bajo su cobijo, e inclusive usaron éstos como defensa contra los españoles. Además, tenían y tienen un carácter sagrado. En ellos habitaban sus dioses, por lo que eran escenario de rituales y peregrinaciones, y en sus cimas enterraban a los caciques y principales de los pueblos, de lo que hoy quedan visibles cicatrices dejadas por la guaquería. Los primeros españoles que cruzaron la región que ellos bautizaron como Provincia de Anserma, consignaron en sus crónicas la diferencia paisajística que marcaban los cerros entre esta provincia y la de Antioquia. Así escribieron Juan Vadillo y Jorge Robledo: “Desde esta provincia [de la vega de Supía] fuimos siguiendo por el río [Cauca] arriba siempre acercándonos a él cuando podíamos por ir a hallar el otro que siempre tuvimos que era el Darién [río Atrato]; toda esta tierra era fragosa e muy llena de sierras pero mejor y más andadera que la que habíamos traído [Antioquia] porque en comparación de la otra parecía llana” . “En esta provincia hay poca tierra llana, porque toda es doblada, hecha valles e cerrillos y lomas; e a esta causa, es muy fértil; es tierra de minas de oro” Cieza de León, por su parte, destacó la importancia visual, ritual y estratégica de los cerros dentro del paisaje ansermeño: “La tierra en que tienen asentadas sus poblaciones son sierras muy grandes, sin montaña alguna (…) Muerto un señor [de la provincia de Anserma], hacen en los cerros altos las sepulturas muy hondas, y después que han hecho grandes lloros meten dentro al difunto, envuelto en muchas mantas, las más ricas que tienen, y a una parte ponen sus armas y a otra mucha comida y grandes cántaros de vino y sus plumajes y joyas de oro, y a los pies echan algunas mujeres vivas, las más hermosas y queridas suyas, teniendo por cierto que luego ha de tornar a vivir y aprovecharse de lo que con ellos llevan (…) Un peñol fuerte hay en este pueblo, donde en tiempo de guerra se guarecen” .
Este peñol fuerte es el cerro Batero, el que nunca perdió su valor estratégico, tanto que en la Guerra Civil de 1877 se libró en sus faldas un célebre combate entre ejércitos liberales y conservadores , y más tarde, durante la época de La Violencia de mediados del siglo XX, el cerro fue teatro de operaciones del no menos célebre “Capitán Venganza” . Pero el mayor valor de Batero radica en el aspecto religioso y cosmogónico, pues este cerro fue el gran santuario de la región, donde se le rendía culto a Xijarama, y al cual sólo tenían acceso los chamanes, como lo relató en el siglo XVII fray Pedro Simón, dándole el nombre de “Diablo” al Dios nativo y el de “Buenavista” al encumbrado cerro: “Cerca de la misma ciudad [Anserma] al Oriente hay un valiente y encumbrado cerro donde se subían los del pueblo de Umbra a amparar en tiempo de sus guerras y se les aparecía el demonio los días de sus borracheras que las hacían allí (…) Junto al pueblo de Pirama, a dos leguas al Oriente deste que dijimos de Porsa [¿Pirza?] hay otro más encumbrado cerro a quien llaman de Buenavista donde también se les aparece el demonio sólo a los jeques, por ser éste su gran santuario a donde solo ellos suben por ser la subida escabrosísima y de peña tajada, por escaleras de guaduas, por donde gatos aún no pueden bajar y debe de ser que el diablo tiene las escaleras y les da la mano para despeñar sus almas de más alto a los infiernos. Lo que también intenta cuando algunas veces en tiempo de hambre les arroja frisoles, yucas y otras raíces desde lo alto para que aficionándolos con una obra buena le estén sujetos y obedientes para infinitas malas, que sólo el que le permite por sus secretos juicios los podrá remediar por infinitos caminos que para esto tiene” . Actualmente el cerro Batero tiene el mismo significado para los indígenas y demás pobladores de la Parcialidad Indígena Karambá (Quinchía) y el Resguardo Indígena de Escopetera Pirza (Riosucio y Quinchía), en cuyas jurisdicciones se encuentra. El cerro tiene acceso hasta la cumbre. Por siglos el ascenso se hizo por una escalera de guadua, como en los tiempos de la Colonia, pero hace algunos años los vecinos la reemplazaron por una escalera de hierro clavada en la roca. Aun así, muy pocas personas intentan la subida, contentándose los más con palpar de cerca la imponente belleza de esta obra de los Dioses.
Cómo llegar: Al cerro Batero se llega por Quinchía (Risaralda) o por Riosucio (Caldas). El cerro está ubicado en la vereda “Batero” del Municipio de Quinchía, a media hora del casco urbano de Quinchía por carretera destapada pero en buen estado. Igualmente se puede entrar por el centro poblado de Bonafont (Riosucio), del que también queda a media hora. Entre semana hay tres rutas de jeep que hacen el recorrido Quinchía-Bonafont y a la inversa, a las 8 am, 11 am y 5 pm. Los domingos, por ser día de mercado tanto en Quinchía como en Bonafont, hay transporte permanente. También hay entrada por carretera desde El Tabor, pero no hay ruta de transporte. Una de las mejores divisas del cerro se tiene desde la vecina vereda “El Higo” de Quinchía, donde los viajeros pueden gozar de un buen descanso. A pie, desde Quinchía o desde Bonafont son menos de tres horas de caminada.
Luis Javier Caicedo Gregorio Saldarriaga Escobar. “Transcripción de la relación del viaje del licenciado Joan de Vadillo entre San Sebastián de Urabá y Cali, 1539”, en: Boletín de Antropología,Universidad de Antioquia, Medellín, Vol. 26, Nº 43, 2012, págs. 42-65 (disponible en internet). Para mejor comprensión, hemos agregado puntuación en las citas. Jorge Robledo, Descripción de los pueblos de la provincia de Anserma o “Relación de Anserma”, escrita cerca de 1543 y publicada en: Hermes Tovar Pinzón. Relaciones y visitas a los Andes, siglo XVI. Bogotá, Instituto de Cultura Hispánica, 1993. Combate librado el 25 de marzo de 1877, Domingo de Ramos. Ver: Alfredo Cardona Tobón, “El combate del cerro Batero”, en: http://historiayregion.blogspot.com.co/2012/03/el-combate-del-cerro-batero.html. |