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“HISTORIAS DEL VIENTO EN LA CORDILLERA”, INTRODUCCIÓN, TABLA DE CONTENIDO Y DIBUJOS DE UNA NOVELA UNIVERSAL QUE RELATA LA VIDA SOCIAL DE RIOSUCIO (CALDAS) ANTES DE QUE LLEGARA LA CARRETERA LA VIRGINIA - SUPÍA
“HISTORIAS DEL VIENTO EN LA CORDILLERA".
“Esta obra tal vez tenga la estructura de un mural, configurado con relatos lineales enlazados entre sí, formando un entramado que recrea aspectos de la vida en una comunidad a escala humana, antes de que la urbanización irrumpiera en Colombia. La escribí velando el fuego, en homenaje a esos seres sencillos, de recia identidad, que suprieron imprimirle cierta majestad a su existencia. He intercalado dibujos que elaboré, sobre los temas tratados, porque me subyuga la magia de la imagen, forma primigenia del lenguaje escrito. Si los nombres que se mencionan, resultan homónimos, es mera casualidad debida a que he vivido intensamente y llevo muchos nombre revueltos en la sangre” (Nota Preeliminar de la primera edición).
INTRODUCCIÓN Una obra concebida en la misma clave narrativa que Cien años de Soledad (“recrear la vida de una comunidad a escala humana, enclavada en la cordillera, en ese mundo mágico, poblado de espejismos, que aparecen al golpe de la luz y el paso de las nieblas. Antes de que irrumpiera la urbanización en Colombia”), y escrita con la naturalidad con la que un viejo recuesta su silla en la pared para contar historias, o, como dice el propio autor, “velando el fuego” en la cocina de las casas, alrededor del fogón de tulpas alimentado con leña de los montes, como se contaban las historias antes que la electricidad espantara los espantos. Ese pueblo mágico andino, al que en ninguno de las 288 páginas del libro se le menciona por su nombre, es Riosucio, Caldas, en la época anterior al año 1933, cuando la llegada de la carretera La Virginia-Supía interrumpió la vida de una entonces remota aldea conformada por dos plazas y rodeada de cerros y selvas, fundada cien años antes, para dar paso a la Ciudad del Ingrumá. La obra oscila entre la novela y la crónica, sin llegar en apariencia a ser aquella en cuanto carece de la clásico estructura argumentativa de introducción – desarrollo – desenlace, pero tampoco quedándose en la mera crónica porque trasciende con mucho la narración puntual de hechos aislados, forjando en cambio un universo literario alrededor de un personaje único, que nace, palpita y se desboca a su destino, que no es tal o cual persona, sino el pueblo mismo (“la escuela, la botica, la peluquería, los cafés, la notaría, el cura y las prostitutas”); personaje colectivo a través del cual se desarrollan, a la manera de facetas de una esmeralda tallada con esmero, historias de familias y de individuos, pero también historias de caballos, minas de oro y fincas; acontecimientos sociales, políticos, religiosos, lúdicos (el carnaval no falta); y dramas signados por todas las pasiones humanas, donde destacan el sexo, la embriaguez, el juego y la codicia, con desenlaces casi siempre trágicos de soledad, muerte y destierro; sin que la alegría y el buen vivir y deje vivir dejen de ser la trama que sustenta el tejido social; totalidad que inclina la balanza de los géneros literarios hacia la novela. Y no cualquiera, una de muy buena factura. Costumbrista, histórica y fabulosa al mismo tiempo, sarcástica, crítica, tierna, humorística y dramática, espiritual y descreída, son algunas de las impresiones que deja la lectura de esta breve novela, la que no se entiende por qué no hace parte del “kit” de lectura reglamentario en los colegios de Riosucio y del país. La primera edición de esta novela fue publicada en 1980 (?) por la empresa Seguranza, de Bogotá, e incluye treinta y dos ilustraciones de la mano del mismo autor. La segunda edición es de 1989, con sello de la Editorial Lealon de Medellín. Ariel Escobar Llanos nació en Riosucio y se radicó en Medellín. Se graduó de arquitecto y fue jefe de Planeación Municipal de Medellín por varios años, al igual que director de Medellín Cultural y del Teatro Metropolitano, edificio que construyó. Estudió con Pedro Nel Gómez y Eladio Vélez. También fue asistente del escultor Rodrigo Arenas Betancur. Murió en (?). En un ya lejano Encuentro de la Palabra, aquelarre intelectual de verano que se realiza en agosto de cada año en Riosucio, Escobar Llanos dictó la conferencia “Motivos antecedentes a la publicación del libro ‘Historias del viento en la cordillera’”. En su conferencia, el autor contó la siguiente anécdota sobre la publicación del libro: “El libro se imprimió por otro milagro (yo creo en los milagros). El distinguido empresario Jairo Echeverri Cansino, sobrino de mi esposa, amante de las artes y quien me honra con su amistad de muchos años, me propuso editar un calendario ilustrado con pinturas más, para que la firma Seguranza, de la cual es presidente, obsequiara a su clientela como aguinaldo. Le expliqué que aunque he cultivado la acuarela desde cuando ingresé a la Facultad de Arquitectura y tuve el privilegio de recibir clases de los maestros Pedro Nel Gómez y Eladio Vélez, he sido un pintor clandestino, sin fama ni mercado; que pinto para rendir tributo al paisaje y a personajes que tienen un especial significado para mí, como los indígenas de las reservaciones que rodean mi pueblo. Pero también le dije: tengo en cambio para ofrecerte un libro escrito. Lo escribí como antes se decía: ‘velando el fuego’ (…) Él se llevó el libro para Bogotá, sede de la empresa, para consultar a los socios si encontraban compatible con el espíritu de la empresa la publicación del libro. Algunos lo encontraron procaz y ese año el libro no se publicó. Más tarde, cuando adquirió las acciones que le otorgaban el poder decisorio, me llamó y me dijo: ahora sí, carajo, llegó el momento para publicar el libro” (V Encuentro de la Palabra, Manizales, Ediciones Ingrumá, 1989, págs. 189-198). El ingeniero e historiador quinchiano Alfredo Cardona Tobón ubica la obra de Escobar Llanos en el género de novela histórica, y en una entrevista para el Diario del Otún afirma que, en su concepto, Historias del viento en la cordillera “es el mejor libro que se haya escrito en esta zona”: ¿Qué historiadores destaca? ¿Para qué sirve la historia? Julián Bueno Rodríguez, historiador y folclorista de Riosucio, en entrevista para la investigación de la Universidad Nacional “Las máscaras del Diablo” de 2004, dice: “el libro más leído en Riosucio es escrito por un riosuceño y es Historia del viento en la cordillera de Ariel Escobar Llanos, que murió hace seis meses, un gran maestro” (disponible en internet). La obra está dedicada, sencillamente, “Para Consuelo”, consta de 33 capítulos sin subtítulos, y se desgrana a partir del siguiente epígrafe, dictado por un conspicuo exponente de la Generación del 98 en España: “Seamos nosotros como nuestra esencia quiere lógicamente que seamos, en nuestro suelo, en nuestro paisaje, en la disposición de nuestras casas, en nuestro idioma, en nuestro arte”. Azorín Dada la importancia de la obra, y su relativo desconocimiento por parte de las nuevas generaciones en Riosucio, y seguramente en otras partes del país, es oportuno, por lo menos, dar una idea del contenido de esta novela, haciendo un resumen de las historias contadas en cada uno de los capítulos a manera de tabla de contenido.
Elaboró Luis Javier Caicedo Riosucio, Caldas, 6 de mayo de 2015
TABLA DE CONTENIDO
1 Presentación de los personajes: la peluquería, la botica, el cura, los cafés (El Cosmos), las prostitutas. 2 Los años escolares. El jardín infantil de Pastorita de la Cuesta, maestra que formaba en sus alumnos el sentido de Patria poniéndole a cada uno el nombre de un departamento y pidiéndoles luego que se abrazaran entre ellos. Escena de unos niños atravesando el pueblo en pelota después de un baño en los charcos de los Quingos, llevados arriados por el dueño de la finca. Los juegos. Los maestros. Las novias de juventud. 3 En mi pueblo lo importante era el hombre, la persona. Relación de las personas con los animales. El detestable tío Gabriel. Los nombres de los caballos, las mulas y los perros. 4 La madre, el padre y los tíos Llanos y García del autor. La mula que subió a un balcón de la plaza. El hacendado que legó un pabellón para el Hospital San Vicente en Medellín. El indio quechua y el cóndor “Huáscar”, el que se hizo árbol en el parque de La Candelaria. 5 Los lunes en mi pueblo eran distintos, eran los días de gallera en Sipirra. Don Justo Barreneche perdió el juicio por la muerte de un gallo. 6 “Veneno”, el loco del pueblo, habitante de la calle, medio lujurioso, siempre iba delante de las procesiones y los desfiles, y por eso fue el primero que murió el día de las elecciones. 7 La guerra con el Perú. El hojalatero Burgos. Un día de reclutamiento en el pueblo. 8 Paseos a El Tabor para ver los avances de la carretera que venía de La Virginia. Un desfile de 1º de Mayo en el pueblo, encabezado por Ángel María Palomino y el minero Mardoqueo, que eran marxistas antes que apareciera el marxismo. Otra vez El Cosmos. La fuerza descomunal de Percuto, al que le multaron la mano. Los suicidios de Nicolás Guapacha y de Ángel María Palomino. Los ires y venires del cadáver de Palomino entre un cementerio y otro. 9 También Alejandrino Ossa se quitó la vida, y con la suya la de sus cinco hijos. 10 El herrero Dominguito, un bravo que desafiaba a todos en los bares, hasta que encontró la horma de su zapato. Relatos de espantos y entierros. El herrero y la bella. El surtidor de aguardiente de Supía. 11 De cómo una tragedia familiar selló el final de los años dorados del pueblo, en los que el hallazgo de una nueva veta de oro daba lugar a fiestas de tres días. Don Rómulo Alarcón, dueño de las minas de Vendecabezas y Gavia, tenía una hija muy hermosa, tanto que “cuando la Chole caminaba, la Calle del Comercio se volvía bulevar”. Un día la Chole se enamoró, al siguiente se comprometió y al tercero el novio, un ingeniero de la carretera, murió por la fiebre “perniciosa” en la entrada a Viterbo, sumergiendo al pueblo en un eclipse total de sol. A los tres años el papá se fue a vivir a la finca La Sonora, con una concubina, lo que agravó la tisis de que sufría su esposa, causándole la muerte. Detrás de ella murieron las tres hijas, incluida la Chole. Los dos hijos varones se desbocaron. El papá y uno de los hijos se volvieron morfinómanos. Cuando se supo que el papá se iba a casar con la querida, uno de los hijos fue hasta la finca y le disparó a la mujer, hiriéndola, pero en el acto falleció el papá de un infarto al corazón. Así declinó la minería en el pueblo. 12 El primer conflicto laboral en el pueblo. Cuando llegó, cargada a lomo de mula, la caja fuerte para la Caja Agraria, no vino con ella el sobre con la clave para abrirla, para desespero del gerente y de los clientes que ya tenían encargados los préstamos. Mandaron llamar al mecánico del pueblo, “Tornylo”, quien se comprometió a abrir la caja si lo dejaban sólo en la sede bancaria. Y así lo hizo: abrió la caja con la sola herramienta de un embudo pegado al oído. Entonces dejó entrar a los interesados, les mostró la bóveda abierta llena de billetes y les pidió quinientos pesos por el trabajo. Los aludidos se negaron, alegando que era un servicio a la comunidad, por el que no se podía cobrar. Entonces el mecánico aprovechó un descuido para volver a cerrar la caja fuerte. El pueblo se enfrentó: los pudientes de la plaza de arriba contra los artesanos de la plaza de abajo, amenazando el orden público. Se conformó una mesa de negociación donde los artesanos elevaron a mil pesos lo que se debía pagar al mecánico por reabrir la caja. Finalmente el juez Rincón convenció a los notables de recoger entre todos los mil pesos, arguyendo que no había forma legal de obligarlo a hacer el trabajo, y si lo hacía por la fuerza después habría que matar a todos los piojosos que saldrían a defenderlo. Así se levantó el conflicto. 13 El pueblo se estremeció el día que fueron a sacar los restos de la niña Carlota Piedrahita, muerta cinco años antes, porque encontraron el cadáver boca abajo. 14 Relevo en la sastrería de padre a hijo. Congote, el nuevo sastre, tenía varias peculiaridades: era una especie de filo-sico-eto-eco-futurólogo; cuando llegó la radio al pueblo no quiso pararle bolas porque “ese aparatico es peligroso”, decía; en los carnavales no se disfrazaba, y cada fin de mes se encerraba con la negra supieñaAmarinta Quintana a copular como gatos. Murió de tifo. 15 Instrucciones para robar en las fincas donde hubiera perros. En la finca “Samaria”, de Antonio Salazar, se vivía en una sola fiesta y fue donde primero llegó la luz eléctrica. Braulio Aguirre, el tipo más angurrioso del pueblo, embarazó a la hija de don Antonio para heredar la finca, pero éste prefirió criar el bastardo a tener al truhán como yerno. Aguirre perdió su tienda puerta por puerta en una partida de cara y sello que duró dos días y tres noches, que empezó por haber pedido plazo para pagar una arepa de maíz que se comió. Terminó la vida como un vagabundo. 16 Noticia de la familia Botero Jaramillo, llamada “Los Rayo” porque los atraía el metal, y una ñapa con “El Modernito” Botero, aficionado al ropero y al figurín. Los espectáculos que llegaban al Teatro Cuesta y el que daban los novillos escapados de la feria. 17 El bobo Casimiro.
18 “El Hércules”, el café de todos los que tenían el alma atravesada, donde tuvo lugar una memorable demostración del manejo del machete entre un profesor de esgrima que vino del Valle y los tres hermanos Carrizales. El caso patológico de Héctor Rojas, “Trastorno”, a quien la vida de cuartel lo inhabilitó para la vida civil, muriendo por culpa de un madrazo mal encajado por su destinatario: un buen muchacho que lo mató y tuvo que huir del pueblo y dicen que se volvió un sanguinario bandolero en el Tolima o en Los Llanos. El Parque Infante, la manga donde los contrincantes se daban machete aferrados a las puntas de una ruana o atados por un pañuelo “raboegallo” si la pelea era a puñal. El “carángano”, ruidoso aparato de los carnavales que le salvó la vida a Saturnino Bolaños, quien había intentado suicidarse con una infusión de láudano, contra cuyos efectos el doctor Toro ordenó que no lo dejaran dormir, empeño colectivo que por unos días sumió al pueblo en su propia peste del ruido. 19 Roberto Múnera y Vicente Orozco casaron una estrambótica apuesta, en la que el primero apostó que era capaz de levantar por varios años un potrillo del primero, a cambio que éste pagara una suma por cada levantada, y que cuando no fuera capaz de levantar el animal le devolvería la plata. En ese tiempo llegó al pueblo “Caravana” (Carlos Rafael Vanegas), con su festival de animales fabulosos, quien puso de moda el juego del “descendimiento”, en el que ganaba el dueño de la moneda donde primero se posase una mosca. Durante uno de estos juegos en El Cosmos falleció Vicente Orozcode un infarto, sin que se conmocionara el café, porque en ese instante esperaban el “descendimiento” en otras cinco mesas. Como efecto, Múnera, que pasado un año se veía a gatas para levantar el potro, ganó la apuesta. 20 Cómo se recibió la noticia de la abdicación por amor de Eduardo VIII al trono de Inglaterra. La vida del poeta Libardo “Bardo” Barrera. El pueblo hizo una colecta con el fin de enviar este juglar a Medellín para que conociera en nombre de todos a Carlos Gardel, quien llegaba por ese tiempo al país, sin pensar que en esa ciudad moriría. A su regreso al pueblo, Bardo vistió y cantó como si fuera la reencarnación del “Zorzal Criollo”. 21 Antonio Vargas nació en una casa de la loma de los Chorritos, de donde a los doce años la mamá le dijo que se tenía que ir para dejarle espacio a los niños más pequeños en el comedor. Se volvió arriero, profesión en la que, además de mover la economía del país, encontró en los caminos con La Llorona, la Patasola y la Madremonte; en Montería conoció un burdel de burras adornadas con cintas de colores, y en todas partes hizo plata con su macho “El Rayo”, el que ganaba las carreras corriendo sin jinete, mediante el truco de seguir el rastro de unos trapos untados de orines de la potranca “Azucena”, de la que se había encoñado en Tuluá. En el pueblo ganaba las apuestas haciéndolo correr por la falda que va desde el hospital viejo hasta la salida de El Oro. 22 Un pavoroso crimen pasional: la muerte o desaparición de Azarías Tapasco. Éste era un indio brujo y yerbatero, peligroso, que se acomodó mañosamente en la casa que el indio Roque y su mujer sipirreña tenían en La Iberia. Allí, al poco tiempo, mató al marido, se quedó con la viuda y embarazó a todas las hijas del matrimonio, con el silencio de una madre hechizada para padecer a todas horas las urgencias del sexo. Un día que las hijas armaron viaje para asistir a los carnavales del pueblo, la viuda le buscó el lado a “Zaca” en la huerta de la casa, donde éste la repudió; le mostró una guaca que tenía enterrada, y le espetó que con esa plata se iba a marchar con otra mujer que lo esperaba en La Virginia. La viuda lo mató con una pala y lo enteró en la misma huerta, pero eso sólo vino a saberse muchos años después, pues lo contó la misma señora a una vecina, porque no quería morirse con ese ahogo en el alma. Entreverada con esta historia se habla de las romerías, de las fiestas de La Iberia y de las misiones capuchinas para casar indios amancebados. 23 Argemiro Valencia fue un hombre que llegó al pueblo con la idea de hacer una urbanización llamada “Ingrumelia” en las mangas del Ojo de Agua y puso a los clientes de El Cosmos a delirar con el arte de construir ciudades y de diseñar jardines colgantes, estanques de lotos y fuentes musicales para los enamorados. El foráneo se asoció con Chicho Vélez y entre ambos compraron los predios. El proyecto fracasó porque nadie compra lotes habiendo casas vacías. Chicho quiso timar a su socio en el valor de las tierras, por lo que Valencia le mandó un falso gringo que se encontró en Marmato para que con falsas promesas de pagarle bien las tierras viviera una semana a costillas de Chicho, almorzando gratis en el afamado cenadero de Temilda y cenando también gratis en los lupanares olorosos a nardo de La Cuchilla. 24 Costumbres funerarias del pueblo, contadas a partir del asesinato del general Salomón Quijano a manos del indio Delfín Tuberquia, acosado como todos los de su raza por el despojo de sus tierras ancestrales. Relato de la ascendente carrera literaria y política desde El Salado hasta el Senado, de José Arturo Figueroa, hijo del administrador de las fincas de Salomón Quijano.
25 El furor y el desenfreno que produjo la moda del espiritismo, que trajo al pueblo Daniel Santacoloma desde Tuluá y que le acolitó Publio Arredondo, a la que sucumbieron muchos, unos locos, como Jesús Largo, otros muertos, como el elegante forastero al que los espíritus le revelaron que no era suyo el hijo que esperaba Mariela, su mujer. Publio quería simplemente reescribir la historia con las voces de los muertos, para desenmascarar las trapisondas de los historiadores al servicio de todos los poderes terrenales, deseo que fue enterrado con él en el ataúd rojo que encargó en vida, antes de que se lo llevara el asma. 26 El autor sueña con su muerte y redacta su propio epitafio: “Vivió consciente y asombrado”. 27 En que se relata la fundación del pueblo, incluida la atrevida versión de que cuando llegaron los antioqueños, cansados de aguantar hambre en sus tierras del otro lado de la cordillera, en el pueblo sólo había una plaza, la de abajo, la de La Candelaria, y que fueron los maiceros quienes construyeron la plaza de arriba, la de San Sebastián, llena de casas con balcones. También se cuenta la vida de Bertilda Cadavid, nieta de Leonidas Cadavid, un campesino de Abejorral que llegó a pie limpio al pueblo, se apañó en las tierras de los desinteresados indios, se dedicó al negocio de prestar plata sobre hipoteca y a comprar cosechas por anticipado. Trató con amabilidad a la clientela y nunca usó la violencia para adquirir tierras, porque con los tres abogados del pueblo tenía. Cuando reunió un capital compró la casa grande en el atrio de San Sebastián, con balcón propio hacia el interior del templo, y abrió un almacén de telas. Después volvió a Abejorral a buscar esposa entre sus primas. Con ella fundaron el Club Colombia y tuvieron un hijo, que a su vez se casó en el pueblo. De este matrimonio nació Bertilda, para inicial decepción del abuelo, que esperaba un nieto varón, pero muy pronto aquella demostró una madurez asombrosa para ir por la vida. Siendo una niña, y a orillas de un camino, un arriero cantante le acarició los velos de su inocencia, con tal ternura que quedó tempranamente liberada de los tabúes que cercan el cuerpo, al punto que, ya casada, fue la primera mujer del pueblo que desafió la excomunión decretada por monseñor Builes desde su iglesia de Santa Rosa de Osos a las mujeres que usaran pantalones y montaran a horcajadas sobre los caballos. Tuvo doce partos, todos viables, y al final de su días llamó a las hijas mujeres y les dijo: “Quiero que sepan que me ha costado mucho trabajo ser señora; pero lo he sido, para que cuando a un hijo mío le digan hijueputa, pueda matar al que lo haga”. También se incluye el relato de la inauguración de la luz eléctrica del río Las Estancias y del accidentado partido de fútbol que se jugó con el equipo de Anserma durante la celebración.
28 Nadie supo por qué Iván “El Terrible” Cadavid se fue de la casa, pero desde entonces llevó una vida de alegría y de desinteresado servicio a la gente. Su papá se murió cansado de guardar pecados y apariencias que le sobrecargaron la vida, que nunca llevó al confesionario pero se las reveló al hijo en una carta póstuma, junto con la información de un entierro de oro de las guerras civiles que tenía en el solar de la casa. Con esta platica Iván organizó a destiempo unos carnavales báquicos que duraron ocho días, al cabo de los cuales depuró el organismo con las atenciones de “La Golondrina” y luego partió a darle la vuelta al mundo, llegando hasta el lejano Oriente. Cuando regresó, varios años después, llegó por Anserma anciano e irreconocible y vinieron a identificarlo porque saludó de “Culoeboba” a Diafanor Arroyave. Llenó el Teatro Cuesta con sus relatos de viaje, pero escandalizó al pueblo con las conclusiones que dedujo de la humanidad recorrida. Con los últimos reales que le quedaron compró una casita en Pueblo Viejo, donde pasó el resto de vida recostado en una hamaca. 29 La casa de los protestantes en el camino de El Vergel. 30 Clorinda era hija de Alfonso Zuluaga, quien hizo una fortuna con la antigua fórmula de comprar barato y vender caro, y de misiá Cruzana Ochoa, pero quedó huérfana de padre siendo muy niña. Desde entonces su mamá la aisló en la casa como si de una clausura se tratara, y en especial le ocultó cualquier referencia al cuerpo y al amor (cuando le llegó la menstruación le dijo que era una misteriosa enfermedad que sufrían las mujeres a causa del pecado original). En una sola noche la hermosa Clorinda nació y murió para la verdad y la vida, porque bajo el impulso de un amor irrefrenable y sin artificio le franqueó la entrada a su casa por el portón de las bestias a Bernabé Guasarabe, indio culebrero del Chamí; que acababa de llegar al pueblo; con tan mala suerte que la hermanas Velásquez, que salían madrugadas de una casa vecina de velar a un moribundo, lo vieron salir furtivamente de la casa y fueron a contarle al padre Alfonso. El cura le dio la noticia a misiá Cruzana; el alcalde, capitán Barrientos, expulsó del pueblo a Guasarabe a punta de pistola; y Clorinda se marchitó como las begonias y hortensias que había sembrado en el balcón, las que quemó con agua hirviendo cuando supo que las flores son los órganos sexuales de las plantas. 31 El senador Zorobabel Ramírez estaba predestinado desde la cuna a un destino sublime. De párvulo se extasió en la contemplación de la naturaleza y cuando comenzó la adolescencia lo absorbió la espiritualidad religiosa, la que fue a saciar en el seminario franciscano de Cali, el que abandonó un Jueves Santo en que unos Ojos Negros le robaron la vocación y la castidad. Entonces viajó a la capital para hacerse abogado. En Bogotá se codeó con la crema de la política y la cultura, hizo carrera pública y es tenido por uno de los eruditos del país. 32 Limbania “La Gitana” era una mujer abierta de par en par hacia la vida, que llegó al pueblo desde el Valle del Cauca en el vientre de su madre, quien la dejó encargada en el orfelinato por un mes, el que nunca se cumplió. Tuvo cantina propia en La Cuchilla, desde donde subyugó a medio pueblo (la parte masculina, se sobreentiende), no amando a ninguno porque le fue fiel a todos. La estrafalaria manera de ejercer su antiguo oficio le valió la excomunión fulminante. Un día vendió la yegua, la cantina y su casita de campo y con el dinero recaudado se largó del pueblo para regresar al Valle, dejando atrás los baños en champaña, los trajes de monja con una abertura sugestiva y un raudal de penitentes. 33 Relato de la matanza con que el ascenso de los liberales al poder inauguró La Violencia en el pueblo. Martín Zabala, que era malo desde la escuela, asesinó a doce montañeros y a “Veneno” en el parque de arriba un día de elecciones, porque la consigna era ganar a como diera lugar. “Cuando Zabala y sus secuaces se preparaban para asaltar la iglesia de San Sebastián, después de haber empedrado el atrio con cadáveres, un hombre alto y bozudo salió al balcón de su casa, en camisa que nada tapaba porque lo vi desnudo, y dijo el discurso más breve y más hermoso que se dijo en la plaza de mi pueblo: «No sean bestias, ya hay sangre suficiente». Aquel hombre era Víctor de la Cuesta, y tuvo el arrojo de sacarles la presa de los dientes a perros que eran suyos, pero que de todas maneras eran perros”. Zabala murió decapitado en la otra violencia, la de los conservadores, dejando el camino abierto a que llegaran al pueblo otros profesionales de la muerte. FIN
ALGUNOS DIBUJOS DE LA PRIMERA EDICIÓN
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